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¿Debe Banxico crear una moneda digital?

La reflexión de los bancos centrales sobre crear una moneda digital se debió en buena medida al auge de los sistemas de pagos privados digitales, al uso extensivo de los teléfonos móviles, y en particular al de las cuasi-monedas privadas digitales de uso global, cuyos ejemplos más destacables son la criptomoneda bitcoin (2009) y el proyecto de moneda global estable privada Libra (2019); igualmente, ha constituido una cierta presión el esfuerzo de China por crear un yuan digital, el cual se encuentra en desarrollo avanzado, incluyendo un amplio programa piloto (2020).

Una moneda digital de un banco central (MDBC) sería un instrumento (un pasivo) de estas instituciones, denominado en la unidad de cuenta nacional, ofrecida a las personas y empresas bajo la forma digital para sus pagos corrientes al menudeo. Tal moneda digital complementaría al efectivo (los billetes y monedas), que es la forma física de la moneda del banco central.

Las necesidades a satisfacer y los desafíos a enfrentar de esas monedas digitales potenciales de los bancos centrales son en cierta medida diferentes para los países de monedas fuertes (países desarrollados grandes) que para los países en desarrollo. Cada país o región pueden concluir sobre la conveniencia de crear o no la moneda digital de su banco central. Pero es claro que si algún país grande o región (o bajo ciertas circunstancias, un país . vecino) deciden crear su moneda digital, por ejemplo, un dólar o un euro digital, ello podría presionar a otros países a emitir la propia, dependiendo de su diseño.

Recordemos que el banco central ya emite una moneda digital/electrónica, pero es de uso restringido, concentrado en los bancos (depósitos de los bancos en el propio banco central), y ajeno por tanto a la población en general, quienes solo acceden a los billetes y monedas del banco central. Cuando hablamos en esta nota sobre moneda digital de los bancos centrales, nos referimos a una de uso universal.

Las monedas privadas digitales
Los depósitos bancarios de los bancos privados (la mayor parte de M1) pueden ser considerados cuasi-monedas digitales/electrónicas. Sirven en gran medida como medios de pago y depósitos de valor. No son unidad de cuenta, pues los depósitos se miden en pesos del banco central. Son títulos de deuda emitidos por los bancos privados, a partir de los cuales se puede exigir su transformación en moneda del banco central: la creación de esos depósitos está respaldada y regulada por el banco central, quien puede actuar como prestamista de última instancia, en un
contexto en que buena parte de los mismos está protegida por un seguro.

En contraste, el dinero público, emitido por el banco central (los billetes y monedas) cumple en condiciones normales (vg sin dolarización / inflación muy elevada), con las tres funciones de una moneda: unidad de cuenta, medio de pago y depósito de valor. Hay confianza en su aceptación general (efecto de red) a partir de la obligatoriedad establecida por parte del Estado. Hay un emisor central, el cual accede a la ganancia de emitir algo que tiene un valor mucho mayor a su costo de emisión (señoriaje). Tiene el problema de que es difícil de transferir a grandes distancias o en grandes cantidades, a diferencia de los medios de pago basados en los depósitos bancarios o en el crédito (tarjetas de crédito o débito, cheques).

La culminación de una moneda privada digital sería aquella que cumpla las tres funciones del dinero en un alto grado. Debe reconocerse que muchas monedas públicas, emitidas por bancos centrales, no necesariamente cumplen las tres funciones, y muchas veces son desplazadas parcialmente por otras monedas de bancos centrales o por un commodity como el oro. Hay una continuidad en el grado en que un instrumento cumple con esas tres funciones.

La visión de las criptomonedas ha evolucionado desde que apareció el Bitcoin hace poco más de diez años. El hecho de no tener a un emisor central gubernamental, hizo que sufriera inicialmente de los efectos de red, pues no hay un gobierno que obligara a su uso: poco aceptado y con un valor muy inestable, lo ha hecho poco propicio como depósito de valor a largo plazo y como medio de pago; se han añadido los riesgos que representa su uso para actividades ilegales. Pero la situación ha cambiado paulatinamente. De reconocerse solo el valor de la original tecnología que utilizaba (libros de registro –blockchain—criptografiados que no requieren de un organizador
central), ahora es incorporado poco a poco, tanto bitcoin como algunas otras criptomonedas, en carteras digitales de algunas grandes instituciones. Ha implicado que se vaya creando un sistema de pagos alrededor de esas criptomonedas. Y muy importante, son instrumentos globales.

Los intentos por crear monedas privadas digitales cuyo valor sea relativamente estable, las tornan más viables para cumplir con las funciones de moneda citadas. Pero si la estabilidad se logra a costa de referenciarlas a monedas de bancos centrales, las hace aproximarse a los depósitos bancarios. El proyecto Libra es el intento más ambicioso para crear una moneda así. Busca ser estable (con respaldo de monedas fuertes) y rompe desde el inicio con los problemas de red, dada el alcance de su principal promotor, Facebook, con más de 2 billones de potenciales usuarios.

Los reguladores en muchos países, ya reaccionaron con mayor decisión frente a lo que lo hicieron frente al Bitcoin y otras criptomonedas, dado el enorme alcance potencial de Libra. De ahí que establecieron condiciones de regulación significativas, que han obligado a cambiar muchas de sus características iniciales.

La perspectiva de desarrollo de monedas privadas digitales de alcance global, con un ecosistema de pagos ambicioso, llevó a la reflexión natural de los bancos centrales no sólo sobre cómo regularlas, sino sobre si no sería conveniente crear una moneda digital pero pública, del banco central.

La reflexión de los bancos centrales sobre crear su moneda digital (MDBC)

En una encuesta de inicios del 2020 con 66 bancos centrales por parte del Banco de Pagos Internacionales con 21 bancos centrales de economías desarrolladas y 45 de en desarrollo (Banxico no participó) el 80% dijo estar ya investigando el tema y la mitad añadió que ya ha superado la etapa conceptual y que comenzaron a realizar programas pilotos. Un 10% de los bancos dijeron que era probable que emitieran una moneda digital del banco central (MDBC) en el corto plazo (hasta tres años) y un 20% en el mediano plazo (hasta seis años). Recientemente
la Presidenta del Banco Central Europeo señaló que tenía la intuición que dentro de dos a cuatro años podría ser emitido un euro digital.

Formalmente, en un reporte sobre el tema, Lagarde señaló que requieren estar listos para introducir un euro digital, “por si surgiera la necesidad.” Una de esas necesidades eventuales citadas era que monedas digitales extranjeras desplazaran a los medios de pago existentes en la zona euro. Un yuan digital podría ser la primera moneda digital de un banco central de gran relevancia internacional. Suecia, uno de los países donde el uso de efectivo ha disminuido significativamente, podría ser uno de los primeros dentro de los países desarrollados a emitirla.

Las principales motivaciones declaradas en esa encuesta para emitir una MDBC fueron varias: seguridad y eficiencia de los pagos en el país y con el exterior y estabilidad financiera. Hay un factor que contrasta entre los bancos centrales de los países en desarrollo y desarrollados naturalmente: para los primeros a la inclusión financiera se le asigna mucha importancia como razón de emitir una moneda digital, mientras que a esa razón se le asigna una menor importancia en los países desarrollados.

En un reporte conjunto de 7 bancos centrales de países desarrollados, incluido el Banco Central Europeo y la Reserva federal de EUA, de inicios de 2020, señalan que buscan entender los pros y contras de emitir una MDBC al público en general, en un contexto cambiante de un mundo crecientemente digital.

El punto de partida es que la existencia y uso extendido de la moneda del banco central actual es relevante (moneda física; aquí se deja de lado el tema de las reservas de los bancos en el banco central, las cuales son electrónicas), aún en un contexto de sistemas de pagos sofisticado. Actúa como soporte del conjunto del sistema de pagos en caso de fallas o ataques cibernéticos, de la red de pagos electrónica. Además, en algunos países, hay una tendencia al menor uso del efectivo.

La existencia de una MDBC sería funcional a esa tendencia y no quedaría relegada la moneda del banco central en efectivo frente al resto del sistema de pagos, donde además aparecieron las monedas privadas digitales. Una MDCB requeriría usar lo menos posible el mismo sistema electrónico que la banca privada para crear redundancias en caso de fallas o ataques. No obstante, en la mayoría de los países, incluso en los desarrollados, no existe esa tendencia a menor uso de efectivo hasta ahora, a pesar de las múltiples y crecientes alternativas en el sistema de pagos.

Un punto independiente del anterior es la idea de que una MDBC puede facilitar las transacciones que el efectivo no puede hacer, como es hacer expedito su uso a grandes distancias. Las cuentas universales de MDBC podría enriquecer la diversidad del sistema de pagos y, dependiendo de su diseño, aumentar la eficiencia de las operaciones internacionales.

Una MDBC podría hacer más eficiente la política monetaria. Si las cuentas de las personas y empresas pagaran una tasa de interés, los movimientos de la esa tasa de interés fijada por el banco central tendrían un mayor efecto, además del tradicional donde juegan un rol privilegiado los bancos. Estos incluso se verían incentivados a actuar rápidamente en el mismo sentido: aumentaría el traspaso de tasas del banco central a las tasas bancarias y a las decisiones de las familias y empresas. También la existencia de cuentas con la MDBC permitiría llegar a fijar tasas
de interés nominales negativas, aunque el arbitraje con el efectivo (por definición de tasa de interés nominal cero) seguiría presente en cierto grado; esto en función de los montos de la moneda pública física versus la digital. Se podrían facilitar apoyos directos a la población en general bajo ciertas circunstancias, concretando la idea incluso del llamado “dinero helicóptero” de M. Friedman.

El tema de la inclusión financiera considerado como razón para apoyar un eventual MDBC sobre todo en los países en desarrollo, parte de que, con la tecnología actual, y el hecho de que en muchos países hay mayor red telefónica y uso de teléfonos inteligentes que cuentas bancarias, sería atractivo para la población acceder a tal moneda digital, que requiere también una cuenta, en principio con el banco central.

Los dilemas y riesgos 
No es aún claro si conviene que el acceso universal a una MDBC debe hacerse a través de abrir cuentas, con el banco central, a todas las personas. Significaría que aumenta el peso del mismo en el sistema financiero, ahora el de menudeo. Una alternativa es que tales cuentas se abran a través de los bancos privados. El incentivo para estos sería promover una serie de servicios alrededor de una cartera digital por ejemplo, o el beneficio que daría el conocimiento y contacto con esos clientes. Esas cuentas estarían separadas de los depósitos bancarios y no podrían ser base para crear otros depósitos bancarios a través de préstamos. Hay también la idea de modelos
híbridos, que combinen ambas alternativas.

Un punto crucial es en qué consiste el acceso universal antes señalado. En particular, está el tema de si extranjeros podrían acceder a esas cuentas y si el sistema de transferencias entre países se desarrolla. Igualmente importante es si esas cuentas tienen límites.

A mayor acceso a extranjeros, ello apoya a la moneda de la región o del país, pues habría flujos que demandan esas cuentas; aunque claro, una revaluación de la moneda emitida no siempre es lo deseable para tales países o regiones. En contraposición, en el caso de monedas fuertes (a nivel mundial, o incluso a nivel regional), ello puede crear vulnerabilidades en los países con monedas menos fuertes, sobre todo cuando se encuentren en situaciones de incertidumbre o crisis. Un acceso significativo a extranjeros por ejemplo con cuentas que pagan una tasa de
interés flexible puede llevar a aumentar la influencia del país que establezca la MDBC sobre la política monetaria de los países de esos extranjeros.

Por otro lado, hay un dilema entre poner montos elevados, elevado acceso (no solo personas sino también empresas) y tasas positivas en las cuentas universales de la MDBC (que impulsan la inclusión financiera, y hacen más efectiva la política monetaria y pueden eficientar el sistema de pagos local e internacional) versus la desintermediación bancaria que puede ocasionar: si hay migraciones importantes de cuentas bancarias a cuentas de la moneda digital (sobre todo si las cuentas con el banco central de las personas y empresa no están mediadas por los bancos privados), los préstamos bancarios estarían en mayor medida fondeados en el mercado, y se alterarían los modelos de negocio, con los riesgos de estabilidad financiera que ello puede generar. Además, en situaciones de crisis, la moneda digital de los bancos centrales puede facilitar las corridas contra instituciones financieras con y sobre todo las que no tienen seguros de depósitos o los montos por arriba de los límites del seguro.

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