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Mercado de deuda o de capitales ¿cuál me conviene?

¿Qué se te viene a la mente cuando escuchas hablar sobre “Mercados Financieros”? Es difícil no caer en la tentación de imaginar la escena de una película en la que Wall Street es protagonista; sin embargo, hablar de Mercados Financieros conlleva más que eso.

En términos sencillos, un mercado financiero pone en contacto tanto a compradores como vendedores de instrumentos financieros. Y, es en función al tipo de instrumento como se realiza una clasificación de los diferentes mercados financieros, por ejemplo:

Mercado de Deuda: A este mercado acuden emisores (nuestro gobierno federal, estatal o local y empresas) en búsqueda de fuentes de financiamiento diferentes a los préstamos y créditos tradicionales ofertados por la banca. Los instrumentos negociados se conocen como títulos de deuda y entre ellos encontramos los Cetes, Bonos, Certificados Bursátiles, etc.

Mercado de Capitales: Este mercado representa otra alternativa de financiamiento para empresas emisoras; sin embargo, lo que se oferta aquí es una parte del capital de dichas empresas, es decir, acciones. Un inversionista elegiría volverse accionista (socio) de una empresa ante una expectativa de un buen desempeño puesto que podría obtener una ganancia de capital (comprar “barato” y vender “caro”) o la recepción de dividendos (ganancias generadas por la empresa emisora y repartidas entre los tenedores de sus acciones).

Ahora bien, como responsable de una tesorería, ¿qué mercado elijo? Para tomar dicha decisión, la recomendación es tener en cuenta los siguientes factores:

1. Apetito de riesgo: En el mundo financiero, existe una primicia que dice que, a mayor riesgo, mayor rendimiento. Pero, ¿qué es el riesgo? Se refiere a la probabilidad de experimentar un evento adverso, un evento que tenga consecuencias negativas. Hablando de una inversión, el riesgo estaría asociado a la probabilidad de perder capital. Dicho lo anterior, cuando una inversión conlleva un riesgo mayor, debemos esperar un mayor incentivo (rendimiento) que nos invite a tomar la decisión.

El apetito de riesgo que tengamos, es decir, qué tan cómodos nos sentimos ante la posibilidad de una pérdida, es lo que debe dictar qué instrumento de inversión es el mejor para nosotros. Si te llegara a llamar la atención un alto rendimiento, pero podrías llegar a perder el sueño por la pérdida potencial, esta alternativa no es para tu tesorería.

Dentro de las alternativas de inversión más conservadoras, es decir, con menor riesgo y por ende menor rendimiento, están los reportes gubernamentales y los pagarés bancarios. Ambos instrumentos te permiten conocer desde el momento en el que pactas tu inversión, el rendimiento que obtendrás. Los fondos de inversión y las inversiones en acciones, conllevan un mayor riesgo empezando por el hecho de que no te pueden garantizar un rendimiento.

2. Plazo: La segunda primicia financiera nos dice que, en condiciones de mercado normales, a mayor plazo, mayor rendimiento. Nuevamente el mercado nos debe de ofrecer un incentivo para que estemos dispuestos a mantener nuestro dinero invertido por un plazo mayor. Esto nos podría llevar a pensar en invertir los recursos de nuestra tesorería al mayor plazo posible; sin embargo, podríamos experimentar más contratiempos que beneficios en caso de que llegáramos a requerir antes de la fecha de vencimiento nuestros recursos.

Cuando hablamos del plazo de una inversión, será necesario alinearlo a la disponibilidad que buscamos tener para los recursos. No es lo mismo invertir el excedente que obtuvimos el día de hoy tras pagarle a nuestros proveedores, más necesitaremos al día siguiente que estar realizando una provisión de los recursos que estaremos necesitando para la adquisición de un equipo que compraremos dentro de un año y liquidaremos de contado. En el primer escenario, la respuesta es una inversión a la vista. Invertir a la vista hace referencia a que los recursos cuentan con disponibilidad diaria. Por el contrario, para el segundo escenario, podríamos considerar inversiones de hasta un año y de ahí, ir disminuyendo el plazo de la inversión conforme vayamos realizando incrementos en la provisión de fondos destinados para la adquisición del equipo.

A manera de recapitulación, tanto el apetito de riesgo como el plazo, son dos factores que deben de ser evaluados por tu empresa y las necesidades de tu tesorería. ¡Y! Cuando estés con tu asesor financiero evaluando las alternativas no olvides preguntar lo siguiente:

¿Cuál es el monto mínimo para invertir?
¿Está respaldada mi inversión por el IPAB?
¿El rendimiento está garantizado?
¿Qué comisiones cobran?

Ciertamente, el mundo de los mercados financieros puede resultar intimidante más la clave está en conocer a tu empresa y lo que busca obtener de la inversión a realizar. Nunca olvides que la última decisión sobre una inversión, la tienes ¡tú!

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