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Innovaciones tecnológicas retrasan la detección de problemas de audición

¿Quién no ha disfrutado de una película o de un concierto con la intervención de un sistema de sonido envolvente? En ese momento, pareciera que estamos en primera fila y somos capaces de escuchar a la perfección ruidos imperceptibles en la vida cotidiana.

Esto es tan solo una muestra de lo que la tecnología puede hacer por nosotros en términos de sonido. Sin embargo, su uso excesivo llega a enmascarar problemas como la pérdida de audición, advirtió la Dra. Adriana Ricalde Sánchez, médico especialista en audiología de Imagenus, centro de diagnóstico médico de alta especialidad.

“Actualmente, contamos con muchas herramientas que compensan la pérdida auditiva, la cual ocurre de manera lentamente progresiva en la mayoría de los casos. Por lo tanto, los pacientes solo acuden a consulta para un estudio audiométrico cuando la situación ya es limitante o afecta la comunicación o su trabajo”, explicó.

Aunado a la escasa atención que prestamos a nuestros oídos, lo cual debería ser esencial en la cobertura universal de salud[1] de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), existe otro inconveniente: “cuando se experimenta una pérdida auditiva de manera súbita, es común acudir primero con un otorrinolaringólogo, no con un audiólogo.

“Este último recurre a pruebas como la audiometría tonal, que analiza la capacidad de escuchar sonidos; o la impedanciometría, la cual evalúa la función del oído medio ante el estímulo sonoro, así como la movilidad e integridad de la membrana timpánica y la continuidad de la cadena osicular”, detalló la experta.

¡Escuchen! No están exentos

Si bien quienes viven con afecciones crónicas y los adultos mayores enfrentan mayor riesgo de desarrollar este tipo de padecimientos, la Dra. Ricalde Sánchez consideró que la incidencia entre los jóvenes va al alza “debido a la alta exposición a ruidos ambientales, uso prolongado de audífonos y presencia de alteraciones metabólicas”.

Incluso, la OMS estima que más de mil millones de personas de entre 12 y 35 años “corren el riesgo de perder la audición debido a la exposición prolongada y excesiva a música fuerte y otros sonidos recreativos, lo que puede acarrear consecuencias devastadoras para su salud física y mental, educación y perspectivas de empleo”[2].

Por ello, es necesario estar alerta a las siguientes señales:

• Dificultad para escuchar susurros y/o comprender conversaciones en sitios ruidosos.

• Necesidad de que nos repitan palabras en una conversación.

• Problemas para percibir sonidos agudos y/o graves.

• Necesidad de subir demasiado el volumen de aparatos electrónicos.

• Alteraciones del equilibrio (mareo o vértigo).

Además de moderar el volumen de lo que escuchamos, concluyó la especialista, lo ideal es someternos a una revisión audiológica al menos una vez al año, sin importar la edad. Por desgracia, “es muy poco frecuente que se revise la salud auditiva por prevención, es decir, sin presentar síntomas o que algún familiar refiera una falla habitual al conversar”.

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