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México, una economía que crece en parte “empujada a mano” por las transferencias del gobierno

La economía mexicana va a crecer este año alrededor de 3.5%. Esto es algo muy positivo, pero hay que ponerlo en contexto antes de celebrar.

En este sexenio el PIB inició con una pequeña caída y recesión en 2019. En 2020, el PIB se desplomó casi 9%, consecuencia de la inercia negativa que traía la actividad económica y de la falta de una política fiscal contracíclica al no querer endeudarse el gobierno. En 2021, el rebote del PIB fue de 6%, un gran crecimiento, pero insuficiente para resarcir lo perdido durante el 2020. En 2022, la economía creció 3.9% y se regresó a los niveles de PIB del 2018. Sin embargo, al dividir el PIB por habitante, resulta en un menor nivel al compararlo con el 2018.

Otro punto relevante es de dónde proviene el crecimiento económico. La economía mexicana primero rebotó debido al crecimiento de las exportaciones, ante la rápida recuperación de Estados Unidos. Las exportaciones se han desacelerado, pero el consumo sigue creciendo. Actualmente la tasa de desempleo está en niveles mínimos históricos y el salario promedio ha subido, generando crecimiento en la masa salarial real. Sin embargo, sigue preocupando que hay un alto porcentaje de informalidad laboral, con más de 55% de los ocupados bajo este esquema.

En 2023 las remesas han perdido poder adquisitivo por la apreciación del peso, pero esto se ha compensado por la expectativa que el monto de transferencias se incrementará en enero 2024 y ha habido un mayor otorgamiento de crédito.

Esto sugiere que el flujo circular de la economía se ha acelerado, pero en buena parte debido a la gran cantidad de transferencias que el gobierno reparte. Se dan transferencias y la población las gasta. Esto aumenta las ventas de las empresas, que contratan más personal para poder vender más. Así, la tasa de desempleo baja y sube la masa salarial, junto con la cantidad que la población puede gastar. La gente gasta más y suben las ventas de las empresas, sucesivamente. Este flujo circular acelerado puede asemejarse a un carro que es empujado a mano, en lugar de avanzar por su propio motor.

Si bien, la inversión fija bruta ha subido y esto también ha contribuido con la disminución en la tasa de desempleo y el incremento en la masa salarial, no es lo que más ha contribuido al producto interno bruto.

Además, las transferencias del gobierno, que están clasificadas en el presupuesto dentro de las pensiones, representan cada vez un mayor porcentaje del gasto total y para el 2024 se asume un déficit presupuestario no visto desde 1988, lo cual no es sostenible en el largo plazo.

Regresando al tema original del crecimiento económico: es bueno que esté cerca del 3.5%, pero no es sostenible la forma como se genera: no es posible mantener avanzando un carro empujándolo a mano.

Este tipo de crecimiento genera polarización entre los analistas, pues para unos es una gran noticia, para otros representa una preocupación. Además, el tipo de crecimiento recuerda a países que cuya economía se mueve por el gasto social y reparto de transferencias. Obviamente el resultado a largo plazo no ha sido bueno, al estar financiado con una mayor deuda. Tal es el caso de Argentina.

Las transferencias no generan impuesto sobre la renta y la alta informalidad laboral provoca evasión del pago del IVA, por lo que el mayor crecimiento no se ve reflejado en mayor recaudación y la deuda del gobierno sube, haciendo inviable el modelo de crecimiento para el largo plazo. Con esto, el panorama a corto plazo es muy positivo, pero a largo plazo es de pronóstico reservado.

Gabriela Siller Pagaza
Directora de Análisis Económico-Financiero en Banco Base
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