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Calaverita literaria para la UMA

En estos fríos días de octubre, la muerte a la UMA llegó;
entró por los salones y sus ecotecnias le sorprendió.
Pasó frente al auditorio y, muy concentrados, los observó.

La calaca tilica y flaca su recorrido siguió,
y en el auditorio al aire libre al sensei encontró.
Muy decidida, por él iba, pero no sabía con quién se metía,
ya que con una plática la calmó y, de no llevárselo, la convenció.

Siguió su camino y, en un círculo, encontró
aquellas que estudian la educación.
Consternada, la flaca les preguntó:
“¿Qué tanto estudian? Si esto ya valió”.

Molestas, voltearon, pero con amor la integraron;
entendieron su contexto y con ella platicaron.
Educación para la sostenibilidad ellas le explicaron
y la frialdad con la que venía le quitaron.

Por primera vez sintió calor fraterno,
pues de donde ella venía no respetan lo ajeno.
“¿Acaso un agente de cambio, puedo ser yo?”
Y algo dentro de ella se movió.

Conmovida, ya se iba, aunque su objetivo no logró,
ya que a ningún Umano empaquetó.
La calaca reflexiva se llevó una gran lección:
“El cambio debe de empezar en la educación”.

La educación lo es todo, ella suspiró,
el cambio sistémico que queremos ver en acción.
“¿Qué punto en el sistema puedo mover yo
que genere un verdadero cambio y de transformación?”

“Me voy de la UMA”, ella reflexionó,
“encontré mi fuente de entusiasmo en la educación
y a romper paradigmas aprendí yo”.
Al final, la muerte entristeció y, llorando, ella regresó;
por más que buscó y buscó,
para realizar el codiseño, a nadie encontró.

Karla Figueroa Esquivel
Estudiante de la Maestría en Innovación Educativa para la Sostenibilidad
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